Réquiem por un sueño

Haciendo una imaginativa evocación del paisaje interno de los seres humanos que se mueren por unirse, por amar, y sentirse amados, la cinta es una parábola de la felicidad hallada en un momento glorioso y perdida en otro trágico.

Contrastando con las playas solitarias y los desgastados apartamentos de ladrillo de Coney Island, Réquiem por un sueño narra sendas historias paralelas que acaban vinculadas por la relación entre la solitaria viuda Sara Goldfarb (Ellen Burstyn) y su tierno pero desorientado hijo Harry (Jared Leto). La gruesa Sara, estimulada con la posibilidad de aparecer en un concurso televisivo, ha iniciado una peligrosa dieta de adelgazamiento para aparecer más bella en público. Mientras tanto, Harry y su reciente novia, Marion Silver (Jennifer Connelly), han empezado lentamente a sincerarse mutuamente, recurriendo al otro para redimir años de aislamiento y dolor. Su amor baste un refugio artificial que les permite aislarse del mundo real mientras se tumban en el suelo de Marion y construyen en el aire increíbles sueños de dicha futura. Después que Harry y su mejor amigo Tyrone C. Love (Marlon Wayans) se lancen con éxito como vendedores de droga, los tres jóvenes comienzan a creerse invencibles.

Confiados por sus primeras victorias, Sara, Harry, Marion y Tyrone se convencen de que ciertos obstáculos imprevistos son meramente circunstanciales. Demacrada y cada vez más desorientada, Sara se atrinchera dentro de su apartamento, donde se ve asediada por alucinaciones. Tenazmente aferrados a vanas esperanzas, Harry y Marion se separan traicionando su amor. Cuatro seres humanos, perdidos e irrecuperables, se sumen en fantasías mientras desesperan hasta que, finalmente, sus sueños se tornan pesadillas.


CRÍTICA por Fernando Bernal

‘Réquiem por un sueño’ sacudió la pasada edición de la Seminci como sólo lo hacen las obras arriesgadas, personales y meditadas hasta sus últimas consecuencias. El certamen vallisoletano, siempre de parte del autor y del cine de compromiso (concepto que no siempre tiene que ir unido al adjetivo social), premió esta obra para sorpresa de un público que contempló atónito más de una hora y media de cine intenso y con tendencia a producir desasosiego hasta en los estómagos más curtidos. El responsable de este cóctel de sentimientos extremos es el joven Darren Aronofsky, último descubrimiento de la ‘factoría Sundance’, que cumple con el siempre difícil trámite de consagrar las expectativas depositadas en las nuevas promesas del celuloide, tras un alentador debut. ‘Pi’, opera prima de este estadounidense y obra de culto en los circuitos de versión original de nuestro país, descubrió a un director con inquietud por forjar un universo propio, gran narrador visual, pero que se mostraba incapaz para dominar (o reconducir) todos los vericuetos existenciales, filosóficos y religiosos a los que el matemático al borde la locura –eje fundamental del filme- se enfrentaba, sin mucha explicación. Lo que en ‘Pi’ era desorden, en ‘Réquiem por un sueño’ se torna en premeditadas intenciones, que conforman un discurso ordenado con un objetivo definido.

Una de las principales diferencias entre ambas obras, que guardan similitudes en cuanto a su estilo formal, es que Aronofsky toma en esta ocasión como punto de partida material ajeno, la novela homónima de Hubert Selby Jr., del que ya se pudo ver adaptada en el cine ‘Última salida a Brooklyn’. La solidez literaria de la historia permite a Aronofsky sumergirse hasta las entrañas en la adicción, el verdadero hilo conductor de la película. ‘Réquiem por un sueño’ desgrana los motivos de este tortuoso asunto a través de una madre y un hijo, que ven cómo las plácidas playas y los solitarios paseos de Coney Island se convierten para ellos en un infierno. Sara (la excepcional y recuperada Ellen Burstyn) vive obsesionada con los concursos de la televisión hasta tal punto de someterse a un estricto régimen que la convierte en adicta a los fármacos para adelgazar. Su hijo, Harry (Jared Leto) busca la felicidad a través del ‘trapicheo’ fácil de todo tipo de sustancias ilegales; pero él, su novia (Jennifer Conelly, que demuestra ser algo más que un bello rostro) y su mejor amigo (Marlon Wayans) acaban sometidos a la dictadura de las drogas, víctimas de una devoradora adicción.

Darren Aronofsky deposita todo el peso de la narración en un vibrante montaje paralelo y en recursos fílmicos arriesgados (división de la pantalla, alteraciones del ritmo dentro de un mismo plano…) que funcionan a la perfección para ilustrar el descenso a los infiernos, sin posibilidad de escape, de un grupo de personajes sin voluntad y paradigmáticos de los tiempos que corren. El director culmina su obra con un golpe contundente, un gancho directo al mentón del espectador, que se convierte en diez minutos agobiantes, inteligentemente suavizados por la música de cuerda de Kronos Quartet, que ejerce de perfecto contrapunto para el trabajo tecnológico de Clint Mansell (‘Pi’) para el resto de la película. Sin concesiones, Aronofsky plantea el mensaje de ‘no hay salida’ hasta sus últimas consecuencias y consigue una obra sórdida y de difícil, aunque muy recomendable, digestión. A la vista de estas credenciales se pueda esperar con avidez su próximo trabajo.

Dirección: Darren Aronofsky.
País: USA.
Año: 2000.
Duración: 102 min.
Interpretación: Ellen Burstyn (Sara Goldfarb), Jared Leto (Harry Goldfarb), Jennifer Connelly (Marion Silver), Marlon Wayans (Tyrone C. Love), Christopher McDonald (Tappy Tibbons), Louise Lasser (Ada), Keith David (Gran Tim), Sean Gullette (Arnold el psiquiatra).
Guión: Hubert Selby Jr. y Darren Aronofsky; basado en la novela del primero.
Producción: Eric Watson.
Música: Clint Mansell.
Interpretación cuartetos de cuerda:Kronos Quartet.
Fotografía: Matthew Libatique.
Montaje: Jay Rabinowitz.
Diseño de producción: James Chinlund.
Dirección artística: Judy Rhee.
Vestuario: Laura Jean Shannon.
Decorados: Ondine Karady.

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Publicado el 30 agosto 2011 en Cultura y entretenimiento y etiquetado en , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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